Tomé la decisión que, durante un tiempo, le dedicaré las páginas de este cuaderno a escribir un diario, un diario de artista, de mis procesos, de los obstáculos que me encuentro a la hora de intentar desarrollar una producción, de lo difícil que es alcanzar reconocimiento por nuestro trabajo en esta cultura del mercado.
Durante los próximos meses me explayaré en estás páginas virtuales para hablar de las metas que me propongo y los objetivos creativos que tengo para lo que resta de mi vida.
Decidí formarme en artes visuales con la idea de que antes de mis treinta años ya tendría una carrera encaminada, con exposiciones en curso y libros publicados, con un trabajo estable que me permitiera tener el tiempo suficiente para dedicarme también a mi obra.
Nada de eso resultó así.
Hoy ya pasaron cuatro años desde que cumplí los treinta encerrada durante una pandemia y no logré ninguno de los ideales sobre mi proyecto de vida (quizás el problema fue que eran ideales y no objetivos concretos y realistas).
Cuando comenzás la formación, casi todas las personas te advierten que será difícil, que «pocos llegan», pero no sé si todos dimensionábamos, en aquel entonces, lo desvalorizada que está nuestra figura y nuestro trabajo en esta sociedad. Todo en el sistema se encuentra organizado para que a casi todas las personas que se proponen dedicarse al arte les sea imposible lograrlo, poniendo barreras para impedirlo, las más evidentes: la falta de recursos económicos. Ser artista visual hoy es una profesión de privilegiados, si tenemos en cuenta los costos que conllevan las producciones plásticas.
A medida que me planteé objetivos más claros de lo que quiero hacer con mi profesión, comprendí que el camino está repleto de obstáculos que no puedo saber cuáles de ellos podré superar y cuáles dejarán muchos de mis proyectos a medio hacer. En este momento lidio con la incertidumbre y el malestar de no saber cuándo publicaré el primero de mis manuscritos que he finalizado. Si bien se sabe ¡lo difícil que es publicar un primer libro sin pagar los gastos editoriales!, conservo la perseverancia de seguir intentándolo (cuando lo logré escribiré una página sobre el proceso de edición).
Por otro lado, en medio de este panorama desolador que es esperar la respuesta de unx editxr, tomé la decisión de comenzar a aprender algo nuevo, porque a medida que pasa el tiempo cobra importancia hacer cosas por primera vez. Jamás pensé que iba a terminar dibujando con una Wacom en digital porque tenía la idea que volcándome de lleno a lo analógico iba a encontrarme en más contacto con lo concreto y lo material y, así, evitaría un poco el contacto con la virtualidad. Sin embargo, las posibilidades que ofrecen los programas de ilustración me coptaron por completo.
Por último, en el plano real, hace ya más de un año que comencé a llenar cuadernos y, quizás, algún día, pueda armar libros objetos para exponerlos. Mientras tanto, los cuadernos registran mis procesos, hoy lleno un «cuaderno de los placeres», destinado a registrar todo aquello que me conecta con el goce y el placer.
Como siempre se dice «que la espera te encuentre trabajando» y es así como me encuentro en proceso de escribir mi tercer manuscrito de poemario, mientras corrijo el segundo y ofrendo a Emily Dickinson para que el primero salga a la luz.
Hasta acá mi primera página de Diario de artista, espacio mensual en el que me encontraré vomitando hasta que llegue a las estanterías de una biblioteca.
(Junio 2025)